viernes, 16 de diciembre de 2011

Habilidad moral, habilidad natural y el nuevo nacimiento

 

Otro de los aspectos que hace difícil para muchos cristianos entender la doctrina bíblica de la elección es la diferencia que hay entre habilidad moral y habilidad natural. Los peces tienen la habilidad natural de vivir en el agua, y las aves de volar. El hombre no posee ninguna de las dos. Los hombres, en cambio, tenemos la habilidad natural de escoger. Tenemos el equipo necesario que nos capacita para hacer elecciones: una mente que procesa la información y una voluntad que nos mueve a decidir hacer lo que queremos hacer.
Antes de la entrada del pecado, el hombre poseía una buena inclinación que lo capacitaba para escoger el bien. Es esta inclinación hacia lo bueno la que perdimos en la caída (comp. Gn. 6:5; Rom. 8:7). Nuestra habilidad natural permanece intacta luego del pecado original en el sentido de que seguimos teniendo la habilidad de escoger. Lo que perdimos fue la inclinación hacia la justicia y la obediencia.
En palabras más claras, el hombre todavía puede escoger las cosas de Dios si las quisiera. El problema es que él no las quiere. Es esa pérdida del deseo de Dios y de las cosas de Dios lo que subyace en el corazón del pecado original (Ef. 4:17-18).
Así que podemos decir que el hombre posee la habilidad natural de escoger a Dios, pero carece de la habilidad moral para hacerlo. Solo la gracia divina puede capacitarnos para ello a través del nuevo nacimiento (comp. Ez. 36:26-27; Jn. 3:1-10; 6:44).
Lo que sucederá en nuestra glorificación es que todo deseo por el pecado será totalmente removido de nosotros. Seguiremos siendo libres de escoger lo que queramos, pero solo escogeremos el bien porque es lo único que desearemos.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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