miércoles, 30 de noviembre de 2011

En el nombre de Jesucristo


“Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6 RV 1960).

He pasado estos últimos días arreglando   la última  ropa y bienes personales de  mi mamá, clasificando y buscando y empaquetando la gran mayoría de ello para donar al “Salvation Army”. (Para ser sincera, no dejó  mucho, porque ya  ella había regalado la mayor parte de ello mientras  estaba todavía aquí con nosotros). Puse todo en el pórtico de enfrente, llamé para que lo recogieran, y desde ayer por la mañana, se fue todo. ¿Un extraño sentimiento, verdad? Sabemos que sólo estamos aquí durante un corto tiempo y que la vida eterna está más allá, mucho mejor que algo que podemos experimentar en este estado temporal. Pero el viejo refrán, “No te lo puedes llevar todo,” toma una nueva profundidad de realidad cuando consideramos los bienes materiales que  un ser querido ha dejado después “de graduarse  al cielo.” Saber que nada de lo que  acumulamos aquí en la tierra — ya sean billones de dólares o sólo lo suficiente para mantener  una pobre existencia  — nos acompañarán en aquel viaje final por el valle de la sombra de muerte debería darnos una pausa, cuando consideramos aquellas cosas que tienen un valor eterno. Pedro  lo clavó cuando él le dijo al hombre paralitico, “no tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy, en el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda.” Son esas  cosas que hacemos en nombre de Jesús de Nazaret que nos seguirán al cielo. El tiempo que dedicamos para contarles a los demás  sobre el gran amor del Padre, un amor tan grande  que Él envió a Su único Hijo a morir por nosotros; los tiempos que  lloramos  y oramos por seres queridos que se encuentran  perdidos y hasta por  naciones perdidas en la oscuridad; los regalos que dimos de nuestras propias necesidades más bien que de  nuestra abundancia. Aquel por  cuyo nombre lo hacemos – Jesús de Nazaret- lo ve todo, aunque a veces pueda parecer que  nadie lo ve ni  se preocupa. La plata y el oro serán dejados  cuando respiramos nuestro último suspiro, pero nuestra herencia de todo lo  que hicimos en nombre de Jesús seguirá por toda  la eternidad. Y esto es algo  que permanecerá cuando nuestros hechos sean juzgados y recibamos la corona del cielo — que pondremos prontamente y con gozo en los pies del Salvador. ¡Que demos  nosotros diariamente todo lo que podamos en el nombre incomparable de Jesucristo de Nazaret!

**por: Kathi Macias Desde el corazón del Padre

1 comentario:

  1. hola visito su blog, reciban muchas bendiciones.
    mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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